[...] me enteré de que millones de niños morían de enfermedades que ya habían sido erradicadas en los Estados Unidos. Melinda y yo habíamos dado por sentado que, si existían vacunas y tratamientos que podían salvar vidas, los gobiernos estarían haciendo todo lo posible para llevarlas hasta personas que las necesitaban. Pero no era así. No pudimos evitar llegar a la brutal conclusión de que, en nuestro mundo de hoy en día, algunas vidas se consideran merecedoras de ser salvadas y otras no. Así que nos dijimos: “esto no puede ser verdad, pero si lo es, merece convertirse en la prioridad de nuestras donaciones”.
Cuando nuestra fundación donó 50 millones de dólares para la lucha contra la malaria en 1999, me dijeron que acabamos de doblar la cantidad de dinero privado que se dedicaba a tal fin. Y yo pensé que eso era lo peor que había oído nunca. ¿Cómo podía ser posible?
¿Se debía a que la ciencia se había vuelto muy difícil? No. Se trataba de que la malaria se había convertido en una idea perdida. Habíamos dejado de hacer ciencia por completo. La tecnología se desarrolla cuando tenemos un comprador. No había un gran mercado para que se produjeran nuevos descubrimientos en la lucha contra la malaria, así que la tecnología fue languideciendo.
La verdad es que –ya se trata de tuberculosis, fiebre amarilla, malaria o gastroenteritis aguda (que contribuye a la muerte de entre 2 y 3 millones de niños al año)- los gobiernos de los países ricos no han estado luchando contra algunas de las enfermedades más mortales del mundo porque los países ricos no las sufren. El sector privado no está desarrollando vacunas y medicinas para dichas enfermedades porque los países en vías de desarrollo no pueden comprarlas.
Las fuerzas del mercado han generado un mundo en el que la mayor parte del dinero que se gasta en investigación sanitaria va dedicado a los problemas de las personas más ricas. Cada año, los estadounidenses gastan mil millones de dólares en luchar contra la calvicie.
¿Tal vez no se atrevió a un discurso tan beligerante?. ¿Tal vez lo escribió otra persona y al final no le gustó?. Según parece, los cambios de discurso con respecto a lo previsto son bastante habituales en Bill. ¿Tal vez esto es realmente lo que quiere transmitir aunque luego trate de ser lo mas politicamente correcto?
Al final me va a caer bien este tipo. Su software despues de año 1995, definitivamente no. Y cada vez peor. (traducción).
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