En países como Suecia, más de veinte compañías que jamás acudían a las votaciones aparecieron de repente el día de la votación, hicieron efectivos los $2.500 para integrarse en la comisión, y votaron… todas ellas a favor de Microsoft (cosa nada extraña, cuando se trataba de socios de Microsoft a los que la compañía había incentivado económicamente para hacerlo). Un comportamiento que se ha repetido en otros países, y que proseguirá hasta que Microsoft consiga un número suficiente de países que habitualmente no votan formulando votos positivos hasta cubrir el necesario nivel del 75% de voto afirmativo, como acertadamente predice Mark Shuttleworth en su página.
Las acciones de Microsoft dejan clara la filosofía de una empresa para la que el fin siempre ha justificado los medios: la empresa que, de manera nada extraña, más dinero dedica a pagar demandas y acuerdos extrajudiciales. Su comportamiento demuestra que cualquier infracción legal, ética o estética puede ser subsanada si se pone el suficiente dinero encima de la mesa.
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